
El mal uso del lenguaje español

El lenguaje es la principal herramienta del periodista. Por eso, manejar las reglas ortográficas y gramaticales para escribir y hablar con propiedad es fundamental para todo buen profesional de los medios. Sin embargo, la calidad de las piezas informativas a veces brilla por su ausencia y algunos ven detrás de este hecho siniestras maquinaciones.
En mi opinión, hoy en día se está pisoteando al lenguaje sin miramientos. El problema es que la mayoría, claro está, se dedican a señalar a los medios y a los periodistas que trabajan en ellos como principales culpables del mal uso de nuestro idioma que se hace no sólo en la calle sino también en las supuestas nuevas obras literarias y académicas. Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio…
El otro día, me llegó un texto a través de las Redes Sociales escrito por una profesora que criticaba la actitud relajada del sistema educativo ante la creciente ignorancia del alumnado español en materia de ortografía y gramática.
No voy a reproducir íntegramente ese escrito aquí. Baste decir que coincido con la autora en que la lectura es la mejor medicina contra el desconocimiento del lenguaje y en que es una pena que el Ministerio de Educación se preocupe más por el número de aprobados que por la mejora de la enseñanza. No obstante, una de sus afirmaciones hizo que me hirviera la sangre y esa sí que voy a citarla:
“Nuestros políticos y muchos periodistas (…) hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes ( a ellos y a sus seguidores)”.
Si alguien ha estudiado periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla al igual que yo entenderá lo que voy a decir… Quién es capaz de aprobar Lengua española: Norma y uso se merece un asiento en la RAE. Su conocimiento del lenguaje y sus entresijos es exquisito.
Por otra parte, el lenguaje es una construcción social y como tal es lógico que se vea influido en mayor o menor medida por la corriente de pensamiento imperante. Eso se llama evolución lingüística y los periodistas no tenemos la culpa de que las cosas funcionen así. ¿Quién sabe que giros o qué palabras presentes hoy en nuestro vocabulario caerán ene le olvido dentro de cientos de años?
Personalmente, espero que no trascienda nada sobre estudiantas y artistos. Mi corrector ortográfico se está volviendo loco ahora mismo y se resiste a dejarme escribir esto así que no parece probable que caigamos tan bajo en el uso del lenguaje.
Además, lo que más me asombra y me molesta de este tema es que a la gente siempre se le olvide que el estilo de redacción de un periodista y el lenguaje que emplea suele estar condicionado por exigencias laborales. Cuando se escribe para un medio una nunca es realmente dueña de sus artículos… ¡Menos mal que los blogs personales nos permiten cierto desahogo!
Generalmente, los periodistas también amamos el lenguaje. Nos gusta escribir y mucho. De no ser así, más vale que cerremos el editor de texto, apaguemos nuestros ordenadores y concertemos una cita con un orientador laboral.
No me hace mucha gracia que se afirme que escribimos mal a sabiendas para manipular a la población. No hay informador en el mundo que se levante por la mañana pensando que es más listo que nadie porque es capaz de engañar a su público cambiando dos palabritas de una frase.
¿Es que nos hemos vuelto locos? La influencia de los medios en el lenguaje y en los demás ámbitos y de nuestra vida diaria es un elemento importante pero no es absoluta. Quiero pensar que tanto los periodistas como la audiencia todavía conservamos nuestro cerebro y sabemos utilizarlo.
En conclusión, el lenguaje no es propiedad exclusiva de políticos y periodistas sino que pertenece a toda la sociedad. Cuidar la riqueza del español o destruirla es cosa de todos. En nuestras manos está evitar que nuestra lengua se convierta en un galimatías sin sentido porque la palabra es el mejor vehículo para las ideas.